Piernas entrelazadas, el sofá con sabana arrugada, llega a convertirse en parte de nuestro ser, como piernas de tergal entrelazadas.
Tardes, muchas tardes, abrazados con el ruido de fondo de una televisión que pide a gritos ser escuchada, aunque para seguir vivos, tengamos la necesidad de apagarla.
La sabana cada vez más arrugada, entremetida por las fisuras que dejan tu piel, el cojin, y mi brazo casi dormido debajo de tu espalda.
Te toco el culo y la sabana arrugada me recuerda que no estamos solos, que hay miradas que nos dicen, que el culo, la sabana y mi toque corresponden a otras horas, a mucho más de madrugada.
Tu culo y mis toques, tu soledad a veces, aunque a mi estés abrazado, en tus rollos en tus historias, de sabanas arrugadas.
Ya las he lavado, no las plancho, para no quitar los pliegues de tu culo, de mi espalda, pero no son aquellas sabanas de ayer, son sabanas de hoy, para nuevas manos, para nuevas arrugas en tus palabras.
Tus piernas entrelazadas, mis manos en tu culo, tu culo en mi espalda, mi espalda en tu mirada, mis ojos en tus labios, tus labios en mi cuello, mis manos en tu culo, tus sabanas arrugadas.
Tus sabanas manchadas de arrugas, mis sabanas manchadas de planchada, quiero que me arrugues con tus piernas, esta sabana tan absurdamente alisada.
Déjame que te mire, déjame que te toque el culo, déjame que te quiera, aunque para ello tenga de nuevo que poner
Las sabanas arrugadas.
Te quiero
(a mi manera, por eso se que te quiero)
Jose Salvador
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