Me han contado ciento y
una mil milongas sobre la felicidad, como un mal tango sin arrabal y
sin Pampa, como una lluvia seca. Me han llenado la cabeza de recetas
para alcanzar ese estado milagroso, que frente al espejo pone nuestra
mejor cara, recetas todas ellas de poder, de riqueza llamándola de
otra forma, de esclavitud con otras palabras, recetas llenas de
formalismos, de perpetuar lo que ya existe, de no romper con nada ni
nada.
Estudiar fuerte y
profundo en el sistema reglado pues conseguiré de mayor ser más
feliz tendré un mejor trabajo, y una pareja adecuada a mi estatus,
podré elegir. No me hablaron de la ciencia del conocer, del saber
para poder ayudar, compartir, experimentar con los otros todo lo
aprendido y tener la capacidad permanente de ser un libro vacío para
poder seguir escribiendo, eso nunca me lo enseñaron en esas
escuelas.
La receta de ser una
familia de bien, con un trabajo de bien, una casa de bien y unos
hijos de bien, porque siendo así serás feliz, pero nadie me dijo
que esa casa sería pagada con el esfuerzo de 40 años de nuestro
trabajo, en el cual seriamos sumisos para no poner en peligro
nuestras deudas, nadie me contó que no vería a mis hijos e hijas
más allá del beso en la cama cuando ya estaban dormidos, ni
siquiera me dijeron, que aquello no era familia, ni comunidad, que
solo compartíamos la dureza de pagar a fin de mes cada uno de los
gastos generados, que a veces crecíamos sin sentirnos, ni siquiera
me han visto llorar.
Así cientos, miles de
recetas, cada día a cada hora, en cada momento de mi vida, en mi
trabajo, en mi escuela, en mi familia, entre mis amigos, en la
tele....... pero hoy decidí cerrar los ojos y poner solo esa parte
de nosotros que tanto tememos, el silencio y los latidos, el silencio
y nuestra alma, el silencio y el silencio.
Allí me he encontrado
con la felicidad, porque estaba el olor de mi madre cuando la abrazo,
ese olor característico de madre que sabes que existe que no lo
puedes describir y que no está en ninguna receta, ahí he visto la
felicidad.
Cuando me pides un
abrazo, y dejamos que el silencio acompañe esos segundos en que
nuestros cuerpos se encuentran y sin hablar se lo dicen todo, es como
si no existiera ninguna receta, porque ninguna sería capaz de unir
en tampoco tiempo tantos elementos.
He visto tu mirada,
cuando me miras mientras no hago nada, o mientras te miro, o cuando
ando, o cuando estoy parado, he visto que tus ojos me hablan y los he
podido escuchar, he sentido mil poemas de amor y una canción
desesperada como decía el poeta, abrazándote aunque nos separaran
cientos de kilómetros, eso me ha hecho sentir felicidad, y no
estaban tus ojos ni tu mirada en ninguna receta, porque si hubiesen
estado los de la familia bien la habrían destrozado. Y me sigues
mirando, y yo aunque tu te creas que duermo, no es así, porque a tus
ojos los estoy escuchando.
Y he olido la copa de
vino al chocar en un brindis cara a cara, mirándonos de frente, como
se mira la gente que se quiere, y en el olor del vino he visto el
mar, he sentido cada latido de los que estaban con la copa alzada, he
sentido el calor del hogar, de esa comunidad, de la familia, cada vez
que el cristal emitía el sonido al chocar. Mil millones de
partículas de amor impregnaban toda mi piel, para seguir caminando
mucho mas. Y sin ser familia de bien, porque somos muchos y muchas y
variadas, porque tenemos escondidos en algún rincón del alma
jirones rotos, porque tenemos miedos, porque somos gente que vive,
con todo lo que la vida es capaz de ponernos delante, no tenemos
ninguna receta, porque somos la receta.
He notado el calor que
el sol provocaba en mi cara, sentido el frio cuando la noche acaricia
mi espalda, he llorado porque la primavera me apretaba el alma y no
me dejaba respirar, he sentido la mirada de una niña cuando no
comprende lo que pasa, y de la madre cuando entiende lo que pasa pero
tiene que callar para que crezcan, he sentido también la
indiferencia, la maldad, el frio de la envidia, las puñaladas que el
desprecio va dando, y peor no es sentirlo, es ser cómplice de ello
porque a veces lo soy, o peor aún, participar, porque he sentido
envidia, y he tenido desprecio, y provocado llantos, y creado campos
de espinas por los que han tenido que pasar para llegar a mi, por
eso, me senté aquí, frente al papel blanco, puse el alma y me
tumbe, para que se fuera expresando.
Ninguna receta nos habla
de los que ya no están en la mesa, porque se levantaron
voluntariamente o porque la vida dejo de estar en ellos, ninguna
receta nos alivia de su ausencia, pero nosotros, nosotras, seguimos
brindando con ellos y por ellos, con cada una de las personas que ya
no están, porque en nuestro recetario, tienen un lugar en nuestro
corazón, donde nadie borrara su huella, y aunque sabemos y queremos
añadir nuevos ingredientes a este recetario, el de los y las que no
están seguirá siempre presente en cada brindis, en cada corazón,
en cada labio y sobre todo en cada vida.
Al acabar he roto todas
las recetas, y estoy haciendo un nuevo recetario, lo estoy llenando
de olores, de sabores, de conocimiento, de almas, de besos, de
abrazos, de copas de vino, de olas del mar, de primaveras, de frio y
de calor, en definitiva, estoy haciendo un libro de recetas de
trocitos de vida, y para ello necesito que todos, que todas vivamos,
y rompamos esas falsas recetas.
Jose L. Salvador
Madrugada del Viernes Santo
2014
2 comentarios:
Simplemente BELLO
Itan
@SolamenteItan
flickr.com/solamente_itan
Me ha encantado, secillamente profundo.
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