Buscarse
la vida era lo habitual, hacer mandados (a las vecinas más viejas
hacerle la compra)y poder ganar algún dinerillo para cerveza o algún
celtas cortos, también ayudábamos en bares, o cuando montaban la
feria de la ciudad, o en una Maya (en mayo una amiga o hermana se
ponía en una silla con un mantón y flores y pedíamos dinero a los
transeúntes, para luego repartirlo entre nosotros), el caso era
buscarse la vida.
Otros
amigos y enemigos, se buscaban la vida como raterillos o rateros, es
decir, lo que hoy llamamos delincuentes y antes eran chorizos de
barrio, y de estos quiero hablar, porque ya han pasado muchos años,
nos hicimos todos grandes y algunos hasta gordos, y porque muchos de
ellos ya no existen, bueno, no existen físicamente o socialmente,
que es otra forma de no existir.
Los
chorizos de mi barrio, eran conocidos por mi, algunos eran amigos y
otros enemigos, pero todo el mundo sabían quien eran o de que parte
del barrio venían. Eran como yo, sin dinero, canijos, con ropa casi
siempre la misma, en casas pequeñas donde vivía mucha gente, se
diferenciaban de mi, porque yo nunca (aún no se porqué) robe a la
fuerza a nadie, ni siquiera estuve tentado de hacerlo, por supuesto,
que distraje cosas de algún que otro supermercado, pero nunca a una
persona concreta.
Yo
no les tenia miedo, pero si respeto, un día creo recordar que en
verano y por la rambla de mi ciudad, dos chorizos de barrio (de los
de la canción del Sabina) me atracaron para quitarme un anillo, que
no recuerdo muy bien si era de oro, ah sí lo era, porque me lo
regalaron en la primera comunión. Los chorizos de mi barrio eran
así, robaban a los suyos, a sus iguales, no se atrevían con grandes
fortunas, ni bancos, y mucho menos robar a los de traje y corbata
(vaya personajes). No les tenia miedo a los chorizos de mi barrio,
sin embargo, siempre me han dado miedo, o mal royo, esos señores de
traje y corbata que me apartaban como si fuera una piedra en su
zapato, nunca me miraban, ni me tocaban, siempre mandaban a alguien
para ello. Les tenia realmente miedo, pavor.
Iban
por mi barrio de tarde en tarde, cada cuatro años creo recordar,
acompañados de grandes coches, y mucha policía, pero esta vez la
poli no venia a preguntar por el “fiti”, o “el pecho lata”, o
“el hueco”, sino que venían acompañando al del traje, nosotros
los seguíamos como mucho gente y aplaudíamos cada vez que decían
algo, que no sabíamos muy bien lo que era, pero que nos parecía
importante.
Nos
hablaban que en tal zona pondrían árboles para sombra con sus
bancos para las personas mayores, y que mas arriba un campito de
fútbol para nosotros, decian “para los hijos de los obreros”,
que en el descampado aquel donde hay tantos escombros, harían pisos
baratos y nuevos para que pudiéramos pagarlos sin grandes esfuerzos,
y que las aceras dejarían de estar rotas, y que todo el mundo seria
feliz en su barrio, y para ello solo nos pedía una cosa, confiar en
mi, confiar en mi, confiar en mi, y la gente de mi barrio confió, y
pasaron los años y nada cambio, y volvió y repitió lo mismo, de
las mismas plazas, de los mismos descampados, de la misma felicidad,
y volvió a pedir lo mismo, confiar en mi, confiar en mi, confiar en
mi, y mi barrio volvió a confiar y asi pasaron muchas veces cada 4
años, siempre los del traje, siempre los del gran coche, siempre los
mismos, aunque algunas veces tenían distinta cara.
Pasaron
los años, y participé, junto a los de mi barrio, jóvenes como yo,
mujeres y hombres, en asociaciones juveniles, de vecinos, sindicatos,
nos fuimos dejando la voz en la calle, exigiendo libertad para todos
y todas, derechos sociales, justicia, y en los comités de empresa
nuestros esfuerzos, luchas y lágrimas, y muchos han seguido y
siguen, poniendo en marcha alternativas de empleo, de futuro, de
dignidad, otros descansamos a ratos, nos cabreamos, nos olvidamos,
nos indignamos, luchamos, repetimos, reímos, lloramos, morimos, y en
ello, ha ido pasando la vida, y hemos visto, con indignación y
rabia, como aquellos señores trajeados salían en los telediarios
dando clases de moral, viviendo bien, y por otro lado mis “chorizos
de barrio”, para encontrarlos tienes que visitar las cárceles
españolas o extranjeras, o los cementerios.
Mis
chorizos de barrio, han llenado páginas de sucesos en los periódicos
locales, son los más jóvenes en las lápidas del cementerio, sus
amigos son los funcionarios de prisiones, y sus hijos los visitan a
través de cristaleras o en vis a vis, y repiten sus esquemas, y dan
trabajo a funcionarios y policía. Mis chorizos de barrio, son carne
de cañón y solo salen en los telediarios para llenar las
estadísticas de los delitos cometidos y lo bien que lo hace el
Ministro de Interior (con traje), mis chorizos de barrio, nunca me
robaron aunque me quitaran aquel cristiano anillo.
Hoy,
años y años después, se me han saltado las lágrimas al ver las
noticias en la tele, he visto desfilar ante mis ojos, a los señores
del traje, iban en grandes coches de nuevo, pero con sirena esta vez,
e iban de nuevo acompañados de policías pero esta vez no los
protegían sino que los custodiaban, iban con traje si, pero con la
cabeza baja, he soltado dos lágrimas de alegría, porque por fin, al
“fiti”, al “pecholata”, al “halcón”, a “el hueco” se
les iba a hacer justicia, ya no serian solo la letra de una canción
de los Chichos o los Chunguitos, sino que por fin, los del traje, los
que fueron prometiendo a su barrio, los que nunca cumplieron una
promesa, iban a estar, donde tantos años habían estado ellos, entre
rejas.
Señor
juez, o jueza, si necesita pruebas contra estos señores de traje y
corbata, que tanto miedo me dan, yo les diré donde encontrarlas,
vaya a mi barrio, a cualquier barrio:
- Ve aquella plaza de cemento, sin bancos y pequeña donde no hay forma de descansar ni un rato, pues ahí esta la prueba, los árboles que faltan, los bancos para descansar, la zona ajardinada, y los metros, todo eso está en Suiza, donde van los del traje.
- Ve aquellos edificios, en aquel descampado de escombros y basura, al final del barrio, aquello que parece una cárcel vertical, esa es otra prueba, les falta luz, espacio, zona verde, servicios sociales que realicen programas para la convivencia, …. Todo ello están en linchesten, donde van los del traje.
- Ve aquellos hombres y mujeres con los rostros derrumbados, firmaron hipotecas por 40 años a los del traje y despues de 25 años pagando, los del traje los despidieron y como no pudieron pagar los desahuciaron, y ahora, no tienen casa pero siguen debiendo el dinero a los del traje, y ¿donde está ese dinero, esos 25 años pagando viviendas protegidas? … todo ello en Andorra donde van las del vestido en coche oficial siendo solo la matriarca del clan.
- Ve esas lápidas, donde dice: murió a los 23 años por sobredosis con el dinero robado a una vieja al salir de cobrar su paga. O Aquella otra, murió a los 30 años por una paliza dada por su marido. Todos esos muertos, jamás fueron atendidos con los medios suficientes en colegios públicos, jámas los servicios sociales contaron con personal suficiente para ello, …...... porque todo ello señor juez, señora juez esta en las Islas Caimán donde van los del traje.
- Ve aquella gente sentada en el banco, ve aquella cola de gente frente a esa oficina de empleo, ve aquella gente amontanada para el casting de una pelicula, los ve, pues son Maestros, Médicas, Obreros, Campesinos, Empleadas del Hogar, Educadores, Trajadoras sociales, arquitectas, conductores, …... que han sido despedidos de sus empleos tanto públicos como privados …... donde está el dinero para pagarles, en Andorra, en las Caimán, en Suiza, ….. donde viajan los hombres del traje.
Si
necesita más pruebas visite mi barrio, nuestros barrios Señora
Juez, pero no dude de nuestra palabra, esos señores del traje son
peligrosos, muy muy peligrosos, no dude en encerrarlos entre rejas,
porque utilizaran miles de amenazas contra usted, contra todos, y
sobre, todo llorarán frente a usted “porque ellos todo lo hicieron
por el bien de la sociedad”.
Ahora
Señor, Señora juez DEBEMOS
Ahora
Señora, Señor juez PODEMOS
Jose Salvador (noviembre 2014)
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