BUSCANDO BESOS ENCONTRE HUMEDAD

Este espacio lo utilizo para escribir lo que me apetece, a veces, tiene que ver conmigo y otras con lo vivido sin ser el protagonista, pero siempre estoy de acuerdo con reflexionar sobre lo escrito.

al otro lado del teclado estoy yo y quien me lee, ojalá algún dia la humedad solo sea de los besos que me das.

sábado, abril 19, 2014

RECETAS DE MILONGAS




Me han contado ciento y una mil milongas sobre la felicidad, como un mal tango sin arrabal y sin Pampa, como una lluvia seca. Me han llenado la cabeza de recetas para alcanzar ese estado milagroso, que frente al espejo pone nuestra mejor cara, recetas todas ellas de poder, de riqueza llamándola de otra forma, de esclavitud con otras palabras, recetas llenas de formalismos, de perpetuar lo que ya existe, de no romper con nada ni nada.

Estudiar fuerte y profundo en el sistema reglado pues conseguiré de mayor ser más feliz tendré un mejor trabajo, y una pareja adecuada a mi estatus, podré elegir. No me hablaron de la ciencia del conocer, del saber para poder ayudar, compartir, experimentar con los otros todo lo aprendido y tener la capacidad permanente de ser un libro vacío para poder seguir escribiendo, eso nunca me lo enseñaron en esas escuelas.

La receta de ser una familia de bien, con un trabajo de bien, una casa de bien y unos hijos de bien, porque siendo así serás feliz, pero nadie me dijo que esa casa sería pagada con el esfuerzo de 40 años de nuestro trabajo, en el cual seriamos sumisos para no poner en peligro nuestras deudas, nadie me contó que no vería a mis hijos e hijas más allá del beso en la cama cuando ya estaban dormidos, ni siquiera me dijeron, que aquello no era familia, ni comunidad, que solo compartíamos la dureza de pagar a fin de mes cada uno de los gastos generados, que a veces crecíamos sin sentirnos, ni siquiera me han visto llorar.

Así cientos, miles de recetas, cada día a cada hora, en cada momento de mi vida, en mi trabajo, en mi escuela, en mi familia, entre mis amigos, en la tele....... pero hoy decidí cerrar los ojos y poner solo esa parte de nosotros que tanto tememos, el silencio y los latidos, el silencio y nuestra alma, el silencio y el silencio.

Allí me he encontrado con la felicidad, porque estaba el olor de mi madre cuando la abrazo, ese olor característico de madre que sabes que existe que no lo puedes describir y que no está en ninguna receta, ahí he visto la felicidad.

Cuando me pides un abrazo, y dejamos que el silencio acompañe esos segundos en que nuestros cuerpos se encuentran y sin hablar se lo dicen todo, es como si no existiera ninguna receta, porque ninguna sería capaz de unir en tampoco tiempo tantos elementos.

He visto tu mirada, cuando me miras mientras no hago nada, o mientras te miro, o cuando ando, o cuando estoy parado, he visto que tus ojos me hablan y los he podido escuchar, he sentido mil poemas de amor y una canción desesperada como decía el poeta, abrazándote aunque nos separaran cientos de kilómetros, eso me ha hecho sentir felicidad, y no estaban tus ojos ni tu mirada en ninguna receta, porque si hubiesen estado los de la familia bien la habrían destrozado. Y me sigues mirando, y yo aunque tu te creas que duermo, no es así, porque a tus ojos los estoy escuchando.

Y he olido la copa de vino al chocar en un brindis cara a cara, mirándonos de frente, como se mira la gente que se quiere, y en el olor del vino he visto el mar, he sentido cada latido de los que estaban con la copa alzada, he sentido el calor del hogar, de esa comunidad, de la familia, cada vez que el cristal emitía el sonido al chocar. Mil millones de partículas de amor impregnaban toda mi piel, para seguir caminando mucho mas. Y sin ser familia de bien, porque somos muchos y muchas y variadas, porque tenemos escondidos en algún rincón del alma jirones rotos, porque tenemos miedos, porque somos gente que vive, con todo lo que la vida es capaz de ponernos delante, no tenemos ninguna receta, porque somos la receta.

He notado el calor que el sol provocaba en mi cara, sentido el frio cuando la noche acaricia mi espalda, he llorado porque la primavera me apretaba el alma y no me dejaba respirar, he sentido la mirada de una niña cuando no comprende lo que pasa, y de la madre cuando entiende lo que pasa pero tiene que callar para que crezcan, he sentido también la indiferencia, la maldad, el frio de la envidia, las puñaladas que el desprecio va dando, y peor no es sentirlo, es ser cómplice de ello porque a veces lo soy, o peor aún, participar, porque he sentido envidia, y he tenido desprecio, y provocado llantos, y creado campos de espinas por los que han tenido que pasar para llegar a mi, por eso, me senté aquí, frente al papel blanco, puse el alma y me tumbe, para que se fuera expresando.

Ninguna receta nos habla de los que ya no están en la mesa, porque se levantaron voluntariamente o porque la vida dejo de estar en ellos, ninguna receta nos alivia de su ausencia, pero nosotros, nosotras, seguimos brindando con ellos y por ellos, con cada una de las personas que ya no están, porque en nuestro recetario, tienen un lugar en nuestro corazón, donde nadie borrara su huella, y aunque sabemos y queremos añadir nuevos ingredientes a este recetario, el de los y las que no están seguirá siempre presente en cada brindis, en cada corazón, en cada labio y sobre todo en cada vida.

Al acabar he roto todas las recetas, y estoy haciendo un nuevo recetario, lo estoy llenando de olores, de sabores, de conocimiento, de almas, de besos, de abrazos, de copas de vino, de olas del mar, de primaveras, de frio y de calor, en definitiva, estoy haciendo un libro de recetas de trocitos de vida, y para ello necesito que todos, que todas vivamos, y rompamos esas falsas recetas.



Jose L. Salvador
Madrugada del Viernes Santo

2014