Otro
año más se acaba
Mil
razones para odiarlo, aunque solo con una hubiese bastado, otras mil
para quererlo, solo una era necesaria para conformarnos.
Nos
hemos acostumbrado, nos han acostumbrado, creo que es lo que querían,
a ver lo menos malo como bueno, acostumbrarnos a nuestros despojos
como moda, a los engaños como mentiras piadosas, a la tiranía como
forma indiscutible de salvar la vida.
Cada
día, a cada hora, nos han recordado lo malo de la enfermedad, del
cáncer, de niños y niñas en hospitales, de jóvenes deportistas
luchando por una año más de vida, amigos muertos en el camino por
esa maldita enfermedad, nos han recordado cada minuto cada segundo,
la suerte de estar sanos y vivos.
Cada
segundo de cada minuto, nos acercaban al salón de nuestra casa un gran
charco de agua, lleno de barcazas rebosando de gente desconocida, de
niños ahogados en una playa, de mujeres gritando el dolor de la
muerte en el mediterráneo, de un papa entre guardaespaldas visitando a los desahuciados
de la tierra.
Cada
segundo, nos acercan catástrofes naturales, terremotos que asolan la
tierra, la vida y las casas, guerras que destruyen años de
felicidad, casas arrasadas con las vidas de la gente, hospitales
destruidos por bombas compradas en occidente, aviones accidentados
por falta de combustible, coches destrozados por la velocidad, por el
alcohol, por las drogas.
Cada
pestañear, nos han acercado a políticos corruptos, nos han puesto
la cara de los que defienden un mundo dividido, han ganado
democráticamente aquellos que piden más guerras, más armas, menos
justicia, mas soledad, menos solidaridad.
Y
hemos tenido miedo, miedo a ponernos enfermos, miedo a tener que
participar de una guerra, miedo a tener que irnos lejos de los
nuestros donde no somos queridos, miedo a políticos que pregonaban
la venganza como herramienta para cambiar el mundo. Mucho miedo,
tanto miedo, que hemos obedecido sin rechistar.
Hemos
obedecido votando al menos malo, para que nada cambiara por miedo,
hemos aceptado trabajos de esclavo para que nadie dudara de nuestras
ganas de trabajar por miedo a tener que marcharnos, hemos estado
enfermos y no hemos acudido a los hospitales para no generar gastos
porque aún estábamos vivos, por miedo no hemos avanzado ni un paso
más.
Hemos
borrado nuestra sonrisa, porque no son tiempos para sonreír con
tanta enfermedad, guerras, accidentes y corruptos, hemos aprendido a
estar tristes, a no lamentarnos, ni siquiera a quejarnos, porque
alguien estaba saliendo por la tele mucho peor que nosotros, que
nosotras.
Y
han conseguido, un año 2016 triste, oscuro, infeliz, amargado, pero
controlado, ni una sola revolución, ni de primavera ni de invierno,
las calles solo se llenan de gente para comprar en silencio, o para
pedir que no nos sigan quitando más de las escuelas o de los
hospitales, y con miedo por si éramos fichados y el trabajo se
volvía imposible para nosotras y nosotros.
2016,
ha sido el año de ellos, de los amos de la guerra, de los que
controlan los medicamentos para que nuestra cura ocurra después de
miles de muertos, de los que mandan en las esferas de poder mientras
se llenan sus bolsillos de oro, sus mansiones de sirvientes
licenciados, y sus empresas, de trabajadoras esclavas y esclavos con
contratos basura. Este 2016 ha sido su año.
Dejando
entender que los territorios podían ser independientes mientras
controlaban sus bancos, salarios, impuestos, cárceles, jueces,
policías, colegios y hospitales. Y los hemos creído, por miedo.
Porque sacaron del juego a mundos más grandes con el Brexit jugando
a ser independientes, mientras seguían controlando sus bancos, salarios,
impuestos, cárceles, jueces, policías, colegios y hospitales.
En 2016
hemos tenido mucho miedo, y nos sentimos culpables de tenerlo, y
aquellos que no lo tienen, o que lo disimulan mejor, nos recuerdan
constantemente a quién hemos votado, que contrato hemos aceptado, a
que manifestación no hemos ido, que enfermedad hemos escondido,
porque fin de guerra hemos rezado, ellos y ellas, nos han recordado
cada uno de nuestros miedos, y han creído que éramos el enemigo, y
en eso, hasta yo que tanto escribo y hablo estaba tremendamente
equivocado.
He
estado en los dos bandos, a veces con miedo, mucho miedo, a la
enfermedad, al paro, al ruido del motor de un camión en los puestos navideños, al habla árabe y mochilas olvidadas, he tenido miedo
a veces sin saber por qué. Y he maldecido a los que votaron a los
gobernantes que infunden ese miedo, y he maldecido a los que con sus
gestos o sus acciones perpetúan a los poderosos, sin saber que ellos
y ellas tenían el mismo miedo que yo.
El
enemigo no éramos nosotros, ni nosotras, el enemigo no ejerció su
derecho al voto, sino que se quedó con los votos, el enemigo no fue
a la guerra sino que creo la guerra, el enemigo no entro en
hospitales públicos recortados de sanitarios y medios, sino que pago
con nuestros impuestos su propio hospital y se llevó a los mejores,
que estudiaron en las universidades que habíamos pagado. Los
enemigos son los que se ríen, los que no tienen miedo, porque tienen
de su lado a los jueces, a los policías, a los mercados, a los
bancos, al oro y al moro. El enemigo es el que hace las leyes para
que tengamos miedo y si dejamos algún día de tenerlo seamos
encerrados por desobedientes.
El
enemigo no eres ni tú, ni yo, aunque pensamos diferente, el enemigo
nunca hablaría con nosotros ni con nosotras, solo ordena que le
tengamos miedo.
2017,
tiene que ser el año donde se acabe el miedo, tenemos que gritarlo,
aunque temblemos por dentro, tenemos que decirlo aunque nos llamen
locos, aunque nos llamen extremistas, aunque ni siquiera nos llamen.
Locas por vivir, por reír, por participar, por cambiar, por ver y
mirar el mundo como un lugar de todas, de todos. Locos, por estar
locos.
Es
el año del NO
MIEDO, 2017,
perderemos el miedo a ser despedidos por reivindicar el derecho a
dejar de ser esclavos y esclavas. Perderemos el miedo a estar en
nuestros hospitales cuando nos sintamos enfermos y exigiremos que los
mejores profesionales se queden con nosotras y nosotros, con la gente
que hemos pagado sus universidades, sus investigaciones. E iremos al
lado del maestro, de la maestra, que se deja la piel por quitar el
miedo de la infancia, de la juventud, por enseñar un mundo más
justo, donde se ríe y se ama, donde se lucha y también, se sufre,
pero sin miedo, y aprenderemos matemáticas, idiomas, historia,
filosofía, pero sobre todo aprenderemos la importancia de la
palabra, de ella parte la posibilidad de perder el miedo.
Al
2017, solo le pido, no tener miedo, el resto déjamelo a mi, que ya
de locura llevo un punto dado, suficiente para reír, luchar, sufrir,
y vivir,
FELIZ
2017
Año
Internacional del No Miedo
Jose
Salvador diciembre 2016