Las
vacaciones son esas fechas donde uno parece que no tiene que hacer
nada pero lo quiere hacer todo. Descansar, descansar, no es justo el
término que utilizaría yo, pero claro, con un país que tiene 4
millones de parados y contratos precarios, es complicado hacer una
reflexión más o menos seria y que no este mediatizada por esas
vidas.
Felipe
sigue fumando, pero, ha mejorado su resistencia, de nuevo ha empezado
a andar cada mañana a la misma hora y con la fresquita del día
visita la ciudad desde la montaña al mar, para ejercitar el corazón
y por la tarde siesta y playa, Rodalquilar cuna del oro americano
almeriense y hoy cuna del turismo desorbitado que está arrasando
cada pedacito de este lugar llamado, Paraíso Parque Natural del Cabo
de gata.
El
resto de mi familia bien, como siempre, unos y unas estudian y les
preocupa las notas y cómo no, las que les puedan quedar que se
acumulan a las nuevas y por gracia del destino (llámese crisis) cada
suspenso se paga con dinero de más, claro me imagino que los ricos
se permitirán el lujo de suspender cuántas les de la real (nunca
mejor dicho) gana, pero los de las becas, aquellos que Felipe (el de
la chaqueta de pana) dijo que abarrotarían las universidades, esos y
esas, que son minoría, o aprueban, o abandonan, o arruinan a propios
y extraños. Por suerte los míos y mías, cumplen con su obligación,
aunque Jesus, que trabajó todo el verano, necesita un empujón y
creer un poco más en él mismo, para terminar, más pronto que
tarde, esas dichosas matemáticas.
La
madre algo flojilla, la edad y los calores pasan factura, las pocas
ganas de comer, y la ingesta escasa de líquidos obligan a intentar
pasar el verano lo mejor que se puede, a golpes de silla en puerta,
con Isabel en la suya, y alguna visita de Lola o Mercedes, o alguna
vecina, que acortan las largas tardes de verano, ahora, con la
llegada del frío otoñal y esa oscuridad que se mete a media tarde,
es el sofá y la siesta larga quien suple a la puerta y su butaca,
noches de verano, casi como de pueblo, o quizás de pueblo, porque
por mucho que algunos quieran, nosotros somos y nos sentimos Pueblo,
algunas veces liado, ensimismado, confundido, engañado, pero pueblo
en sus quehaceres y saberes.
La
mamá y esos fideos de gambas, papas en ajopollo, sus lentejas de
verduras y choricico, las papas a lo pobre, sus filetes empanaos,
arroz con pollo, el guisillo de ternera, la tortilla de papas,
ensaladas de tomate y atún y ese jurelico frito, o las bacalaillas,
su brotalica pequeña y alguna sardina a la plancha. Pueblo, todo es
pueblo, sin dejar ni un pedacico de espacio a la voragine absurda
que nos metió la gran ciudad.
Cervezas
con los amigos, y pasan los dias, llegan Pablo, Adri y Jesús de
Sevilla, vienen cargados de ganas, de oler a mar y saborearla, pero
también de comerse la ciudad y a sus gentes, a unas mas que a otras
claro, en toda comida se aparta lo que a uno no le gusta. Disfrutaron
de la Fabriquilla, de la feria del medio día y de la noche, de las
costillas asadas del postigo y botellines con gracias del camarero,
participaron del baile alegre y desenfadado de aquellos que viven la
vida con mucha más color arcoiris, pasaron calor y estuvieron
acompañados por fauna inesperada, rieron, se cansaron, tomaron café
y comieron cordiales, y para no ser menos bebieron agua del cañillo
para volver, junto a un buen americano de verano. El edificio de las
mariposas fué testigo silencioso y discreto de todas sus andanzas,
como lo fue Sancho en Castilla con su Sr. el Quijote,
Punta
Entinas Sabinal, me recibió como se recibe a las personas de bien,
desnudas y sin nada que ocultar, con su olor a sal y su sabor a mar,
libre de prejuicios, pero también libre del peso que deja el trabajo
diario, sentir esa libertad absoluta que da el Mediterráneo cuando
lo miras. Más tarde en las noticias, descubrirás que ese mar, no es
igual para todos ni todas, y que muchos se están quedando entre sus
brazos por esa feroz idea concebida en nuestra mente, de que todo el
que viene nos hará daño, como si en Francia, Alemania, Venezuela,
Argentina, cuando llegaron los nuestros iban con ese propósito. El
tiempo nos juega malas pasadas, lo malo, que mientras recordamos,
muchos se están quedando en el camino.
La
sombrilla de la playa quiere jubilarse este verano, pero las tiendas
de los chinos, tienen siempre remedio para todo, así que creo que le
vuelve a quedar a este parasol unos pocos de años más. Embadurnado
de crema voy adquiriendo un leve color tostado, leve, pero que se
nota, me da pereza y miedo el sol, así que sombra, agua y sombra,
todo esto retratado por supuesto para que ninguna red social, dude,
de mis vacaciones y los lugares por los que pasé. La mayoría de
veces solo, pero bueno, Francis me ha prometido que para otro año,
la cosa será diferente.
Entre
familia, ratos de alegría en la casilla, carne de toro, tradicional
cada año y gran excusa para juntarse cada verano y disfrutar de ese
ambiente familiar que a mi tanto me gusta, el vivir lejos de ellos me
provoca querer tener esos momentos seguramente. El calor agobiante y
húmedo de este verano invitó a disfrutar de una noche de gambón,
sardinas y pescaito, ya con Miguel por aquí que se le echaba de
menos, siguieron días de playa, paseos, compras, cervecitas, cenas y
americanos. Él, Miguel, me refiero, fue este año más asiduo de
playa tardía, habrá que mejorarlo digo yo.
Pasó
el verano, y de nuevo la rutina de la ciudad, el trabajo, los amigos,
la gente y sus bronceados veraniegos, nuevo compañero de piso,
enamoramientos de algunos y decepciones de otros, visitas, limpieza,
boda de sobrino en Polonia del inigualable Luis Yepes. Y para no
romper jamás las estadísticas, he vuelto con unos cuantos kilos de
más.
Lo
mas bonito, lo interesante, la belleza de mis sobrinas y sobrinos,
las esponjosas y lindas arrugas de mamá, el olor a mar, la sal sobre
mi cuerpo, la sonrisa de mis cuñadas, el quehacer de mis herman@s,
mi calle, las calles, la soledad de esta bella ciudad, su paseo
marítimo, mis recuerdos, mis risas y mis llantos, mis escalofríos
al recorrer de madrugada y en silencio el espacio entre mi cuerpo y
mi casa, el habla canturreada, el ico en vez del ito, ese acento
socarrón que solo lo da la tierra que ha sufrido, y sobre todo el
amor recibido, digo, todo eso, lo más bonito, está en mi retina, no
existe aún red social que pueda vivirlo.
Jose L.
Salvador Castelo.
El
verano que viene más y mejor.
Bienvenido
el otoño 2017
2 comentarios:
Todo un repaso en el artículo, como si en un día se resumiese, del mes. Me ha gustado lo narrado.
En el pueblo sigue siendo verano. En la ciudad supongo que también. Comer has comido, así que ahora ya sabes: dietista y vigoresxia.
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